Marianella, la pequeña que sorprendió a toda la comunidad neuquina vive en Plottier, en el seno de una familia que ya la amaba y buscaba antes de nacer.
La temperatura en San Martín de los Andes marcaba bajo cero, eran las 8 de la mañana del 2 de julio de 2010. Como «caída del cielo» apareció en la Terminal de Ómnibus una beba recién nacida, abandonada en una caja de cartón, que sin saberlo tenía escrito en el alma el nombre de la que más tarde se convertiría en su mamá.
Todo fue desesperación y apuro. La mujer que la encontró salió del baño en búsqueda de ayuda y entre varios la llevaron al Hospital. Allí también la atendieron con mucha premura, es que la pequeña hasta tenía el cordón umbilical.
Una vez que confirmaron que estaba fuera de peligro, la policía local y la justicia comenzaron una investigación para dar con el paradero de la mamá de la beba, aunque aquella mujer – o niña tal vez- nunca apareció.
A 14 años de su encuentro madre e hija atesoran sus primeros vestidos.
Maria Isabel Sanchez
La noticia de que alguien había dejado abandonada a una beba en San Martín de los Andes sorprendió a toda la comunidad de esa localidad y de toda la provincia.
Cuando los médicos la recibieron en el hospital de San Martín de los Andes le preguntaron a la mujer que la trajo su nombre: Marianella. Y ese fue el que escribieron en la pulserita de la nena y el que le quedó para siempre.
A la espera de una adopción
A unos 400 kilómetros una pareja hacía años que esperaba por ser padres. Había pasado por el doloroso momento de perder un embarazo de cinco meses donde ella perdió el útero, la futura posibilidad de ser madre biológica y también las ganas de vivir. De esa oscuridad pudieron salir con años de apoyo y trabajo y en el 2006 se inscribieron en el Registro Único de Adopción con todo el anhelo de convertirse finalmente en mamá y papá.
Ellos eran Marianela Alessandroni y Humberto Giacomelli, quienes tras cinco años en la lista de espera de adopción habían pasado por varias entrevistas, estudios psicológicos, asistentes sociales y no bajaban los brazos para recibir lo que esperaban.
Maria Isabel Sanchez
Aquel 2 de julio de 2010 Marianela escuchó en la radio lo que había pasado en San Martín de los Andes y sin dudarlo le dijo a su esposo: «Yo creo que esta bebé va a ser nuestra». Fue un día de mucha ansiedad, pero también seguridad.
A la mañana siguiente la noticia ya había llegado a los diarios locales y ahí informaban que la pequeña que había sido encontrada por una joven de 18 años que pasó por la Terminal de Ómnibus, antes de ir a trabajar a un supermercado, estaba en buen estado de salud. Las enfermeras y médicas del Hospital de San Martín de los Andes la estaban atendiendo con todo su amor. Varias personas le habían llevado regalos.
La búsqueda de la familia biológica de la beba
Por las circunstancias en que apareció la niña, trabajaba en su caso Criminalística y la Justicia para averiguar su origen. Aunque no se sabía nada. No hallaron rastros de que haya habido un parto cercano a donde la encontraron lo que indicaba que ahí no fue. En aquella cajita de cartón donde apareció solo tenía dos mantitas que la acobijaban.
Marianela madre e hija guardan las mantitas que la cobijaron en aquella cajita en San Martín de los Andes.
Maria Isabel Sanchez
Estuvo 15 días en ese hospital. Allí le dieron mucho cariño y resguardo. Luego la Justicia le brindó una familia sustituta -Vanesa y Juan Carlos- que la buscó y cuidó por un mes. «Esa mujer le decía todas las noches que en algún momento iba a llegar su familia adoptiva y que tenía que dormir y estar tranquila porque pronto la iban a buscar», contó Marianela Alessandroni a LMNeuquén.
La llamada
El 10 de agosto sonó el teléfono fijo del taller de pintura de Marianela. Ella estaba dando clases y cuando atiende escucha que la llamada era del juzgado de Junín de los Andes. Desde el otro lado le explicaron que habían tres posibles familias para adoptar a la pequeña que había aparecido en la Terminal de Ómnibus, y que aunque ellos eran los primeros en la lista, iban a entrevistar a los demás también.
«Necesitamos que mañana estén en Junín», dijo la voz del otro lado del teléfono y pareció como la largada de una carrera hasta llegar a su hija. Esa tarde Marianela y Humberto compraron un montón de cosas para la beba, sus amigos le llevaron pañales, hasta una bañadera subieron al auto que partió a las 4 de la mañana.
Los amigos y familiares apoyaron con mucho amor la adopción.
Maria Isabel Sanchez
Desde el Juzgado les aclararon que aún no había certezas, pero también les dijeron que la adopción iba a ser plena. El juez esperaba los 45 días por ley y la daba en adopción.
El secretario del juez los llamó a la entrevista. Ingresaron de la mano. «Yo quería demostrar que estaba tranquila aunque mi cara decía otra cosa», recordó la mujer casi reviviendo aquella mezcla de sensaciones.
Iba a ser un día más de espera, un día eterno. A la mañana siguiente los citan y cuando llegan eran los únicos, no había otras parejas esperando. Aparecen asistentes sociales, y le dicen «tranquila mamá» y Marianela estalló en llanto. «De repente veo por el vidrio pasar a la familia sustituta con la bebé», revivió con emoción.
«Tengo que comentarles que son los papás de Marianella», dijo el secretario del juzgado quien no dudó en ponerse en el medio de la pareja y abrazarlos hasta las lágrimas. «No sabés la humanidad que había en ese lugar, no te puedo explicar. Porque no fue una cosa sencilla, fue una cosa difícil y sentimos ese cariño, de este hombre, que no lo conocíamos. Yo lloraba, Humberto también, fue muy fuerte», describió, del momento anterior de conocer a su hija.
Maria Isabel Sanchez
Segundos más tarde fueron a otra oficina donde estaba la beba. «Estaba impoluta de blanco, no solo su carita, sino toda vestidita de blanco también. Hermosa. Fue tremendo», recordó la mamá quien aprovecho para agradecer a la familia sustituta ya que aseguró que ese mes que la tuvieron le dieron mucho amor.
Aunque hacía años que Marianela esperaba por ser madre, no sabía cómo hacerlo. Y fue esa mamá sustituta la que le transmitió tranquilidad y le dijo que se quedara tranquila, que ella iba a dormir toda la noche. Le había llevado todo lo necesario para darle de comer a la pequeña, las mamaderas hasta con la marca de la cantidad de leche que ella necesitaba. «Nosotros tenemos la camioneta llena de cosas para ella», le contó.
«Yo salía con la bebé y cuando íbamos pasando salían de las oficinitas y me daban regalos, todos los empleados del juzgado nos dieron un paquetito para Mari. Hasta el huevito para el auto nos regalaron. Yo a veces lo cuento y no lo puedo creer lo que pasó, porque es como una película», describió la mujer sobre todo el amor que recibió su hija.
La verdad
La mamá mencionó que desde siempre le dijo a su hija la verdad. Le contó de cómo la esperaron durante años y cuánto amor le dieron muchas personas desde que nació.
El día que llegaron con la beba a Plottier, todas las alumnas de Marianela la esperaban en el taller. Habían llenado de globos en el techo, puesto muchos carteles de bienvenida. Y a partir de ahí empezó su vida en familia.
«Yo le hablaba todos los días y le decía lo que había pasado y eso es lo que fue generando en ella, esa cosa de vínculo con la gente. También al sumarse al compartir mi vida dentro del taller, porque yo seguí trabajando y ella estaba en el huevito arriba de la mesa. Siempre estuvo con mucha gente», describió Marianela, quien es artística plástica y hoy incursiona en la política y es concejala de Plottier.
Maria Isabel Sanchez
La madre contó que su hija dormía todas las noches, comía re bien, siempre fue súper sana y nunca le generó problemas. «Fue un regalo de Dios que estaría preparado para mí. Porque el nombre ya te lo dice todo. Fue muy fuerte cuando supe que ella ya tenía nombre y era el mío. Y que encima no es un nombre tan común. No es solo María, no es Ana. Cuando me enteré cómo se llamaba me puse a pensar qué es lo que pasaba, qué era lo que nos unía. Fue muy fuerte», confesó.
Hace cinco años que la pareja se separó, aunque siguen muy cerca por su hija. «Ella comparte con su papá y nosotros tenemos una buena relación. Pero bueno, también duele. Fueron 30 años que estuvimos juntos», compartió.
¿Cómo definís adopción?
«Para mí adopción es amor. Ese amor que lo tenés en el corazón y no lo pensás. Llega el momento y te entregás. Para mí yo fui a parir a Marianella a San Martín de los Andes. Yo la parí a Marianella. Y puedo decir que eso es algo que lo sentís», contó.
Esta pareja, incluso antes de perder a su hijo ya había hablado de adoptar. Fue algo que siempre lo tuvo en mente. «Entonces para nosotros fue muy natural, fue natural ir a anotarnos al registro único de adopción, fue natural que nos hicieran las entrevistas, que vinieran a casa las asistentes sociales, no era una carga. Era algo que lo sentíamos con alegría porque sabíamos que algún día iba a llegar», describió y consideró también que quizás por esa dulce espera llegó de la manera en que llegó.
Maria Isabel Sanchez
«Lo único que le pedía a Dios siempre, es que no me complique la vida la situación. Que si me tenía que dar un bebé que me lo de legalmente como tenía que ser y así fue», recordó la mujer quien precisó que Marianella salió de San Martín de los Andes con el apellido Pérez, ya que en estos casos se les pone un apellido común y luego de dos meses ya pudieron registrarla con su apellido.
La adopción fue plena, lo que significa que después de los dos meses aunque apareciera alguien a buscarla ya no se la podían llevar. Y eso se dio porque la Justicia investigó y constató que no había ningún familiar con lazo sanguíneo que la haya reclamado.
«Yo siempre digo que ella es adoptada por una cuestión de que se sepa, pero para mí ella es mía, de mi sangre», expresó y recordó que su hija contó ella misma desde el jardín que no había nacido en la panza de su mamá, pero que con su mamá se eligieron.
Marianella tiene hoy 14 años, cursa sus estudios secundarios en una EPET, es cariñosa y para su mamá es un «ser de luz». «Es una agradecida, algún día lo va a expresar, a su manera. Es muy linda, es muy buena nena. Siempre compañera en la escuela, con sus amigas, sus maestras», dijo. De ella heredó su manera extrovertida y de él la inteligencia.
«Nunca tuve miedo de que pudiera aparecer su mamá biológica, siempre le dije que si ella quiere la voy a ayudar a buscar, porque habría que hacer toda una logística que no sé ni siquiera por donde empezar. Pero ninguno de los tenemos miedo a eso», aseguró esta mamá que aún conserva aquellas dos mantitas que cobijaron a su hija aquel 2 de julio de 2010 en que la cambió la vida.