El rol imprescindible que jugó un cura para proteger a su familia cuando el Ejército lo fue a buscar a su casa el 24 de marzo de 1976, la intervención de Alfonsín ante un ministro de la dictadura con el objetivo de lograr la liberación de su esposa y el periplo que terminó en Venezuela.
La actitud solidaria hasta de personajes impensados fue lo que posibilitó a algunos militantes políticos salvar sus vidas y la de sus familias, una vez consumado el golpe de Estado del 24 de marzo de 1976.
Fue el caso de César Gass, actual diputado provincial de la UCR, que por ese entonces era un joven radical, avanzado alumno de Historia, y que en 1974 se había consagrado como presidente del centro de estudiantes de Humanidades de la Universidad Nacional del Comahue (UNCo).
En Neuquén, pese a la distancia con Buenos Aires, se sabía en esos días previos al golpe que el gobierno de Isabel Perón tenía las horas contadas.
El accionar de la Triple A venía haciendo su parte con la intervención a la universidad en enero de 1975, a través de Dionisio Remus Tetu, bajo el objetivo, según la consigna impuesta desde el Ministerio de Educación, de “retomar el control de las casas de altos estudios en una orientación acorde a la dirección política del gobierno nacional”.
También jugaba un rol importante Raúl Guglielminetti, otro emblema del aparato represor que había desembarcado en Neuquén como agente de inteligencia, y que se infiltró haciéndose pasar por periodista.
A finales de ese año, Remus Tetu citó a una reunión a Gass y a otros dirigentes estudiantiles, entre quienes se encontraban representantes de la juventud peronista, y les prohibió de ahí en adelante el acceso a la universidad.

César Gass, junto a su padre Adolfo, que en los 70 era diputado nacional de la UCR.
Gass pidió rendir las materias que le faltaban para terminar la carrera pero la solicitud fue denegada, por lo que recurrió a quien era el ministro de Gobierno de Felipe Sapag, Roberto Natali. El funcionario le comunicó al joven radical que él les aseguraba “la vida fuera de la universidad” pero que adentro no podía garantizar lo mismo.
El 23 de marzo el padre de César, Adolfo Gass, que cumplía mandato como diputado nacional, alertó a su hijo y a otros militantes radicales de Neuquén que el golpe de Estado era inminente y que, seguramente, se iba a producir esa noche.
También les sugirió que no duerman en sus casas, por lo que César se fue a lo de un amigo donde, en la madrugada del 24 de marzo, escuchó por la radio que los militares habían tomado el control del país.

Raúl Alfonsín, junto a César Gass y una periodista, en Venezuela.
Un cura heroico y el rol de Alfonsín
En la mañana del 24 de marzo Gass decidió no ir a la concesionaria de autos en la que trabajaba y tampoco a su casa. Al primero de estos lugares se dirigió un grupo de tareas del Ejército que, al no encontrarlo allí, trasladó el operativo al domicilio particular de Gass, de donde se terminaron llevando a su mujer Teresa Benso y sus dos pequeños hijos de tres años y medio y seis meses.
Quien presenció esa escena fue el padre Juan Gregui, fundador de los colegios Don Bosco y San José Obrero de Neuquén. Su milagrosa intervención hizo que la historia de la familia de Gass fuese otra, ya que interceptó, a los gritos, al camión del Ejército y logró que ese operativo no se transformara en algo ilegal. De este modo, la mujer de Gass terminó, junto a sus hijos, detenida en la comisaría de la Policía Federal de la calle Santiago del Estero, para luego ser trasladada a la U9, y no en un centro clandestino.
Sin embargo, en esa comisaría fue torturada, dentro de un interrogatorio en el que no pudieron sacarle información del paradero de su marido.
Gass se escondió primero en la casa de Norman Portanko, donde permaneció tres días, y después en lo de amigos y conocidos del Partido Radical que le brindaron ayuda, como Armando Toto Vidal (hermano de Cacho). De Neuquén cruzó a Cipolletti, esquivando rigurosos controles policiales, y llegó a Roca, donde se alojó en la casa de otro conocido.
Raúl Alfonsín, que en aquel tiempo ya se posicionaba como un dirigente político de peso dentro del radicalismo, hizo gestiones ante Albano Harguindeguy (ministro del Interior de la dictadura), a quien conocía de su paso por el Liceo Militar, logrando la liberación de la esposa de Gass hacia mediados de abril.

César Gass trabajaba en una concesionaria. Allí lo fue a buscar un grupo de tareas del Ejército el 24 de marzo del 76.
El largo exilio
Un militar que había servido de nexo para que Teresa Benso recupere su libertad le dio a entender a Gass que el problema ya no era él sino ella, por una supuesta militancia que en realidad no tenía.
A raíz de esto Gass decidió volver a Neuquén el 20 de abril a trabajar a la concesionaria pero por la tarde de ese mismo día el entonces decano de la facultad de Humanidades, que también era asesor de la policía le advirtió: “Rajate porque te van a ir a buscar esta misma noche a tu casa”.
A las apuradas, fue a recoger a su familia, los subió al Fiat 600 que tenía y agarró la ruta camino a Junín, en la provincia de Buenos Aires, sin imaginar que eso significaba que no volvería a pisar Neuquén por mucho tiempo.
Después de unos días en Junín, de donde era oriunda su mujer, viajó a Buenos Aires para tomar contacto con su padre (al que los militares le habían colocado una bomba en la casa en la que residía, en la localidad de Tigre) y otros dirigentes radicales.
Permaneció junto a su familia en el departamento de Leopoldo Moreau, que en esa época trabajaba como periodista en el diario la Opinión y que comenzó a hacer gestiones en embajadas en búsqueda de protección.
Finalmente, fue Arturo Illia el que terminó consiguiendo para Gass y los suyos que se los alojara en la embajada de Israel, donde estuvieron un mes por gestión diplomática de otra embajada: la de Venezuela, que fue la que les dio el asilo y el salvoconducto para salir del país.
“Lo que es patético, trágico, que nunca se me va a borrar, es el camino que hicimos desde la embajada hasta el aeropuerto de Ezeiza, en una caravana con el Ejército adelante, la Policía Federal detrás y vehículos de las dos embajadas”, recuerda Gas hoy a 49 años de ese episodio. “El miedo que sentíamos en ese momento era indescriptible, con un nivel de indefensión total”, asegura.

El actual diputado provincial volvió a la Argentina en 1983, antes de las elecciones que significaron la vuelta de la democracia y el triunfo de Raul Alfonsín.
Claudio Espinoza
Volver a empezar
Gass regresó a la Argentina y volvió a vivir en Neuquén en 1983, durante la etapa previa a las elecciones que terminarían consagrando a Raúl Alfonsín como presidente.
Atrás dejó un duro exilio de siete años, con una separación de la madre de sus hijos en el medio, y un sinfín de imágenes y recuerdos de esos meses de proscripción universitaria, violencia política y de un golpe de Estado que lo forzó a emigrar para salvar su vida y la de sus seres queridos.
De aquella etapa oscura permanece grabada en su retina la mano tendida de amigos, de compañeros de partido, de los que sobrevivieron y de los que no. Y de ese cura valiente al que le dedicó unas sentidas palabras en mayo de 2003, cuando falleció: “Quise al cura cuyo Dios no era el mío. Y tengo la pretensión que estas líneas emocionadas interpreten a quienes el padre Gregui los instruyó, brindándoles posibilidades, a los que sacó de la calle, a los que dio de comer, a los que en las situaciones más límites jugó su sotana por la libertad a la que todos tienen derecho”.