Nacida en San Martín de los Andes, Cecilia vivió su infancia en un entorno marcado por los viajes, debido al trabajo de su padre militar. Inicialmente comenzó su carrera como enfermera, pero pronto se unió a las Carmelitas Descalzas adoptando el nombre de Cecilia María de la Santa Faz.
La Iglesia Católica inicia el proceso formal para declarar beata a Cecilia María Sánchez Sorondo, religiosa neuquina cuya vida marcada por la fe, la alegría y la serenidad ante el sufrimiento, inspira esperanza en fieles de todo el mundo. La Iglesia evalúa posibles milagros para avanzar en su canonización.
A casi diez años de su fallecimiento, quienes conocieron a Cecilia siguen creyendo que su vida fue un verdadero testimonio de fe y esperanza. Sin embargo, para que el proceso de beatificación avance, es necesario comprobar la existencia de un milagro. En ese sentido, la Iglesia continúa con la investigación para determinar si se cumplen los requisitos para su santificación.
A medida que avanza el proceso de beatificación y canonización, muchos creen que el don de la alegría de Cecilia, su capacidad de iluminar vidas con su presencia y su fe inquebrantable, la convierten en un modelo a seguir para todos los cristianos.
Durante su enfermedad, su paz interior y su capacidad de entregar su sufrimiento por amor a la Iglesia no pasaron desapercibidos. Incluso el propio Papa Francisco le envió una carta de apoyo, recordándole la importancia de confiar en la voluntad de Dios. «Te acompaño con mi oración y mi bendición», expresó el Papa, quien reconoció la serenidad y la fortaleza de la monja neuquina.
En sus últimas horas de vida, Cecilia dejó mensajes escritos, entre ellos una carta sobre cómo quería que fuera su funeral: «Un poco de fuerte oración, y después una gran fiesta para todos», indicando su deseo de que la celebración de su vida fuera un acto de alegría y agradecimiento.
Esta monja carmelita descalza, oriunda de Neuquén, fallecida en 2016 a causa de un cáncer de lengua, es recordada por su profunda fe, su alegría contagiosa y su admirable entereza ante la adversidad. Ahora, la Iglesia Católica ha dado el primer paso formal para reconocer su santidad, iniciando un proceso que podría convertirla en la primera beata patagónica.